4 jul 2007

VLADIMIR RAMOS: LA TRASCENDENCIA DEL CONTENIDO


La producción pictórica de Vladimir Ramos es una de las innumerables pruebas del fracaso de pensamiento absoluto de Clement Greenberg. Este crítico norteamericano, con audaz inteligencia, impulso e impuso una vuelta a la postura kantiana frente al arte (“el arte por el arte”), posición que se creía superada y eliminada por las vanguardias. En una época signada por una efervescencia social y política- no hace falta recordar eventos como la lucha de los derechos civiles de la gente de color, el estallido de la guerra de Corea, la muerte de Martin Luther King, o la “caza de brujas” propugnada por Mc Carthy- Greenberg pretendió despojar al arte de su misión transformadora del hombre, acallando cualquier significado que la obra pudiera revelar, intentando que su influencia se circunscribiera a un mero juego formal de elementos y colores.

Aquí el artista retoma la tradición de las mejores etapas en que el arte ha jugado un papel clave de denuncia y disconformidad. Rechazando una actitud pasiva, sus series aluden, casi sin excepción y de manera diversa, a la disolución del individuo en tanto ser humano y ciudadano de un mundo globalizado que avasalla sus derechos naturales.
Desde el aspecto estrictamente formal, la producción podría llegar a pensarse en dos aspectos claramente diferenciados: el uso del color, del soporte y de los materiales.

Obras como Homo Power I y II, Dame todo el power I y II o Ausencia de poder, se caracterizan por el uso de trazos monocromáticos (solo blanco, negro y una gama indefinida de grises) utilizando el carbón, la témpera o la tinta, sobre papel. La fragilidad intrínseca de estos elementos no hace más que acentuar la sensación de despojo y expoliación que recorre esta serie. De ella, cabe destacar por su intenso dramatismo Recuperando la memoria cuya superficie rasgada recuerda a una herida abierta y retoma en parte el leit motiv de los accionistas vieneses
[1] en la década del ’60

En contraposición formal, obras como Discurso de la rueda I o La madre del cordero I, II y III son definitivamente explosiones de color, resaltadas por el uso del óleo sobre la tela. Sin embargo, una mirada atenta no se quedara en la complacencia que proporciona su superficie lustrosa: desde la tela se repiten como motivo una silla de ruedas- símbolo de “invalidez mental” en palabras del artista- y un ser antropomorfo que nos observa de manera inquietante– personificación del poder. Quizás es la contradicción de la visión festiva de un colorido exuberante y la sensación sobrecogedora de los elementos que se presentan en un paisaje algo desolado, lo que nos impulsa a reflexionar sobre la naturaleza de nuestros pueblos.

No hace falta ser un estudioso- solo un poco de lucidez- para leer nuestra propia historia latinoamericana en los escenarios de la obra de Vladimir Ramos, y he allí su mayor mérito: la universalidad de su producción. La problemática social y humana es la misma en la que dolorosamente se reconocen un argentino, un peruano, e incluso un africano. Naciones rebosantes de vida y belleza que, sin embargo, se han visto envueltas en una espiral de violencia encarnada en los más diversos personajes, desde la conquista hasta las dictaduras militares, y actualmente en un modelo económico que sólo acentúa la desigualdad social y económica.

Así como el arte ha servido a intereses extra-artísticos (religión o poder político), no es descabellado que revalorice nuestra identidad como seres humanos y nos permita destruir las barreras frente al Otro.

[1] Los accionistas vieneses eran solo tres integrantes, pero hicieron tal revuelo que aun hoy se los recuerda como un movimiento con arrastre propio...eran artistas que utilizaban su propio cuerpo como soporte (con afán de denuncia, por supuesto) y ello incluía en algunas ocasiones laceraciones y heridas sobre sus propios cuerpos...su accionar escandalizo hasta a los vanguardistas y la disolución se debió al exilio de sus impulsadores...de hecho, mas de uno termino con severos problemas mentales...no hay obra, por supuesto, solo registro fotográfico porque también estaban en contra de la obra como objeto museable.
Laura Avendaño Pérez
Operadora Cultural en Artes Plásticas
Buenos Aires, Argentina

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